Ya han pasado algunos días de la final ante Ramos Mejía y en varios hinchas quedaron sensaciones variadas. Esta claro que a nadie le gusta perder una final, pero se perdió. Así y todo, han quedado muchas cosas en el haber, bastante mas que en el debe.
Hemos escrito ya sobre lo que sucedió hace un año y medio y no redundaremos mas sobre eso. Hoy el tema es otro y es el que nos pone orgullosos, tan orgullosos como llevar la verde en el alma.
Hacía memoria y recordaba noches de grandes gestas en el basquetbol. Por una cuestión de edad pude vivir las enormes finales de los 80, prácticamente todas contra obras, tanto en la Av. del Libertador como en el glorioso Etchart. Multitudes viendo básquetbol y, en su enorme mayoría de Ferro. Siempre, invariablemente, el estadio lleno, con promedio de 3.500 a 4.000 personas ensordeciendo la noche a puro aliento. Recuerdo el "no hagan olas, no hagan olas, que está jugando la aplanadora..." era el grito de guerra cuando los muchachos de León inclinaban ya irremediablemente un partido a su favor.
Tiempo después vino la Liga Nacional, el primer campeonato y primer bi campeonato y otra vez las tribunas del Etchart a reventar, especialmente si era Atenas quien estaba enfrente, para jugar el clásico de los clásicos de la Liga Nacional, y no un clásico de barrio como es hoy el marplatense.
Cada vez que había juegos importantes la gente decía PRESENTE. Recordemos, ya en epocas no tan felices, los play of ante Independiente de Pico y Estudiantes de Bahía Blanca. La gente fue sin lugar a dudas el jugador número 6. Hasta el mismísimo Hernán Montenegro claudicó antes de jugar sabiendo de antemano que contra eso no se podía.
El año pasado, en la final ante Imperio, otravez demostró Ferro por que es el club de mayor convocatoria, lejos, de la Capital Federal copando Ciudad de Buenos Aires. La Primera A de Capital se preparaba para recibir a un equipo con hambre de gloria y gente don orgullo intacto.
Siempre hubo buena cantidad de público en todos los juegos. En los play off, tanto de local como visitante se hizo sentir el aliento hasta que se llegó a la gran final.
Poca culpa tiene el Micro estadio de River de ser medio heladera. Así y todo hubo color y calor. Más de 2.500 hinchas verdolagas fueron entre los dos juegos vestidas de verde, alentando sin parar, alimentando la historia. Porque de eso se trataba. Del Orgullo de ser hincha de Ferro, mas allá de ganar o no una final. De demostrar, una vez más, que la historia grande en el basquetbol Argentino, se escribe con tinta verde. De ese verde que orgullosamente llevó la gente a estas finales y que demostró que el orgullo está intacto. Como siempre, como marca la historia.
lunes, 14 de septiembre de 2009
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